Mauro Testa La Rosa tenía 33 años y era, según sus propios compañeros, "el mejor de su promoción". Desde los 17 había decidido dejar Mar del Plata para entrar en la Fuerza Aérea. Sus restos serán velados en San Luis e inhumados en Córdoba.
Por Bruno Verdenelli
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No tenía todavía 3 años Mauro Testa La Rosa cuando empezó a preguntar por los cielos. De noche, de día, a toda hora. Su madre Olga recuerda aún cómo se sorprendían junto a su marido Gerardo de que un niño tan pequeño tuviera semejante grado de obsesión por mirar para arriba.
Y si caminaban por el centro y pasaban frente a la librería Fray Mocho, no había ocasión en la que el hijo no le pidiera a sus padres que le compraran un libro sobre el espacio. “Yo quiero ser astronauta”, repetía, como casi todos los de su edad. “Claro, o bombero”, era, tal vez, la respuesta lúdica, algo incrédula, y frecuente de los adultos.
Pero la cosa iba en serio. Y la frase ya se tornaba habitual cuando a los 8, los padres llevaron a Mauro a Disney y, de yapa, le dieron una sorpresa: iban a visitar nada más y nada menos que la NASA, en Cabo Cañaveral, Florida. “Desde ahí para él esto dejó de ser un sueño para convertirse en un objetivo”, cuenta ahora Olga, entre lágrimas, en diálogo con LA CAPITAL.
“Me acuerdo de que pasamos por un pasillo en el que se veía cómo atrás de un vidrio se armaban los cohetes y entonces vio el Apolo. La cara que puso… Ahí supimos que realmente era su pasión”, describe.
La mujer, odontóloga descendiente de inmigrantes calabreses e integrante activa de la comunidad italiana en Mar del Plata, explica que tanto ella como Gerardo, marino mercante, oficial maquinista de la Armada Argentina, apoyaron a su único hijo. “Empezamos a buscar escuelas donde en el futuro pudiera estudiar para ser piloto y hasta fuimos al aeropuerto a informarnos”, dice.
Mauro, de niño, haciendo surf en una playa de Mar del Plata.
A los 17 años, Mauro terminó el secundario en el Holy Trinity College y decidió mudarse a Córdoba para estudiar la carrera de piloto en la Fuerza Aérea. Desde entonces, sólo se destacó y llegó a convertirse en instructor de la Escuela de Caza.
“Tuvo excelentes promedios, fue muy buen alumno y en 2010 lo mandaron a participar del bicentenario de México“, agrega Olga.
Respecto a su relación con Mar del Plata, la mujer dice que hijo solía viajar cuando tenía tiempo libre, ya que actualmente vivía en San Luis con su esposa Mariela, nacida en Mendoza. “No tenían hijos -indica- y se habían conocido en la Escuela de Aviación de Córdoba porque ella es odontóloga y trabajaba ahí. En los próximos meses iban a viajar a Estados Unidos porque él tenía que hacer una capacitación en Tucson, Arizona“. Posteriormente, Mauro partiría a Columbus, Mississippi, donde había sido asignado para tomar más estudios y entrenamientos.
De todas formas, Olga recuerda que Mauro “una vez hizo algunas maniobras acá, sobre la Base Naval“. “Pero en general sólo venía cuando le daban vacaciones”, aclara.
Mauro junto a Mariela, con quien estaba casado.
La última vez que sus padres lo vieron volar fue a través de la televisión, hace exactamente una semana, cuando el piloto marplatense comandó un A-4AR Fightinghawk durante el desfile realizado por los festejos del Día de la Independencia en la Avenida 9 de Julio. Era un avión idéntico al que tripulaba este martes a la madrugada, cuando murió a los 33 años en medio de una práctica nocturna.
Si bien todavía se desconocen las causas oficiales, a Olga y a Gerardo el propio brigadier general Xavier Julián Isaac, jefe del Estado Mayor Conjunto (EMCO) de las Fuerzas Armadas, les informó en las últimas horas que se trató de un accidente, cuando los tres se trasladaron de urgencia a San Luis. “Viajó hasta acá, nos acompañó y nos mencionó que fue un problema en el motor. Él se eyectó como debía hacerlo pero recién había despegado y por no haber alcanzado la altura necesaria, no se abrió el paracaídas”, narra, conmovida, su madre.
Junto a dos compañeros de la Escuela de Caza.
Por su parte, su padre señala que “está empezando una investigación que puede durar meses”. “Mi hijo era como yo, éramos parecidos y él siempre me decía que me quedara tranquilo, porque él no se iba a subir a un avión que tuviera desperfectos. Pero ambos sabíamos que los fierros son fierros y se pueden romper”, admite.
Y añade: “Aunque mantenimiento sabemos que hay poco porque no hay plata, y siempre es la misma historia, en principio fue un accidente, una falla en el motor a baja altura… Él alcanzó a salir del avión pero murió al caer y golpearse”.
“Lo mejor de lo mejor”
Como si se tratara de Maverick, el personaje de Tom Cruise en Top Gun, el capitán Juan Cruz Taddei, compañero y amigo de Mauro, lo define como “el motor de la promoción”. “Yo trabajé mucho con él, que era instructor de la Escuela de Caza. Como reflejo de su trabajo este año llegaron pilotos que sabían cosas que nadie sabía, y nosotros nos preguntábamos de dónde lo habían aprendido y era que lo habían aprendido con él”, expresa en diálogo con este medio.
Pero eso no es todo. El piloto entrevistado no duda a la hora de manifestar que el marplatense “era un tipo que iba más allá de su deber siempre” y pide que por favor eso quede claro y destacado. “Toda la vida dedicada a su carrera, entrenando, estudiando. Es una gran pérdida, no sólo para la familia y sus amigos, sino para la Argentina. Se perdió un piloto que era de lo mejor que teníamos“, concluye, entre lágrimas.
Los restos de Mauro Testa La Rosa son velados en la Cuna de los Halcones, en la V Brigada Aérea con asiento en Villa Reynolds, a pocos kilómetros de la ciudad de Villa Mercedes, en San Luis. Este miércoles su cuerpo será inhumado en Córdoba, donde tendrá descanso eterno.